martes, 17 de noviembre de 2009

HISTORIA DE PEREIRA

El reencuentro con la historia de Pereira significa entrar hoy a la ciudad sin puertas y aún dejarse atrapar por el halo del ayer de la aldea y el presente de la urbe. Una ciudad y un entorno regado casi religiosamente todos los días por el agua, donde el intenso verde de la vegetación y el café todavía engalanan pendientes y ondulaciones de las montañas. La lluvia providente, el manto fértil de ceniza volcánica de la tierra, la altura sobre el nivel del mar (1411 metros), el clima templado (21º C. promedio) y los bosques de niebla desgajados de las faldas de la cordillera Central, se conjugan para hacer de Pereira una confluencia de tránsito de personas, empresas y comercio que se resiste a perder la bulliciosa vida en las inmediaciones del parque Bolívar, corazón de la ciudad, y a desplazar su centralidad parroquial bajo el galope alado del Bolívar desnudo, representante del cosmopolitismo y del espíritu libre y comercial de sus gentes. El amarrillo y el rojo identifican la bandera, y el himno es una oda a la gesta de la colonización, a la libertad y a la belleza de sus mujeres.

En los orígenes, Pereira era una mixtura de las colonizaciones caucana y antioqueña del siglo XIX. No obstante, si su historia ha de remontarse a 1540 cuando se fundó la ciudad de Cartago en las inmediaciones del actual centro de la ciudad, el reencuentro con su devenir traza una línea de rupturas y continuidades hasta la conquista y extinción de los Quimbayas y Carrapas del territorio. Hasta la refundación de la ciudad en 1541 y la posterior muerte de Jorge Robledo a manos de Sebastián de Belalcázar. Hasta las juntas de los indígenas (1542 y 1557) contra los encomenderos para escapar del pago de los tributos y los malos tratos. Hasta la explotación de sal del río Consota y la profanación de tumbas indígenas por parte de los españoles con el fin de extraer el oro y fundirlo. Una historia de resistencias que aún está por contarse y que se enlaza. Alrededor del año de 1683 la advocación de la virgen cambiaría definitivamente a la de Nuestra Señora de la Pobreza. Reza la tradición que en los primeros años del siglo XVII a la lavadora de ropas María Ramos, en las márgenes del río Otún, se le había aparecido la virgen en el lienzo de un viejo cuadro perteneciente a la comunidad de los franciscanos
Los primeros cincuenta años del siglo XX y en particular los años veinte de esta centuria se reconocen como la “década prodigiosa” en Pereira por la urbanización y el comercio que hicieron dar el primer salto de aldea a ciudad.

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